domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 13

- Llevo mucho tiempo esperando esto, Víctor – susurra la mujer sensualmente, agarrándole de la chaqueta y acercándole a su cuerpo. Mi hermano sonríe pícaramente y la besa. ¿Qué hace? Le sacará como unos diez años por lo menos, o quizá más. Me escondo un poco más, dejando lo justo para seguir viendo. Contengo la respiración para no hacer ningún tipo de ruido. Se siguen besando, al principio suavemente, pero cada vez con más pasión. Mi hermano la empuja hacia la pared y la besa, la besa sin detenerse un solo segundo. Ella se retira unos centímetros, le sonríe, agarra su mano y tira de él, metiéndose en su dormitorio. Vale, creo que ver a mi hermano así no debe de ser bueno. Me meto en la habitación por completo y junto la puerta con cuidado. Me siento en la cama y sacudo la cabeza intentando eliminar esas imágenes de mi mente. Oigo como cierran la puerta. Pero, ¿quién será esa mujer? ¿Qué hace mi hermano con una tía así? Además, hace tan solo unas semanas, Belén lo había dejado. No entiendo nada.

Me levanto, me quito los zapatos para no hacer ruido y voy con cuidado a la cocina, en busca de algo que darle de comer a mi gatito. Cojo un cuenco y lo lleno de leche fría, vuelvo a la habitación igual que antes, sigilosamente. Dejo el cuenco en el suelo del balcón y me voy a la calle. Bajo por el ascensor, mirándome en el espejo e intentando arreglarme un poco el pelo. Me siento en el escalón de la calle, en la puerta del portal.
-Eva, hola – me saludan. Levanto la cabeza y miro hacia arriba. Belén, la ex novia de mi hermano. Hago un movimiento de cabeza a modo de saludo, no se merece ni un simple ‘hola’. - ¿Qué haces aquí fuera? – me pregunta. Subo y bajo los hombros a modo de respuesta. – Bueno, yo había quedado con tu hermano – me dice acercándose al telefonillo.
-¿Qué? – la pregunto rápidamente, sorprendida.
- Me ha llamado hace un rato, me ha dicho que viniese que tenía que hablar conmigo.
- ¿Qué? ¿Por qué? ¿De qué? -  la pregunto poniéndome en pie delante de la puerta.
- No lo sé, ahora me lo dirá – me dice intentando llamar. Me pongo en medio, sin dejarla pasar, me mira extrañada.
- No está.
- ¿Cómo?  - me pregunta arqueando las cejas.
- Ha tenido que salir – contesto intentando pensar rápido. No puedo dejar que Belén suba y vea a mi hermano… así… con la otra.
- ¿A dónde? – me pregunta ya nerviosa.
- Eh… a la farmacia – suelto sin pensar.
-¿A la farmacia? ¿Para qué? – dios, por qué hace tantas preguntas.
- Es que estoy mala – la digo fingiendo que toso.
- ¿Y estás aquí fuera? – me pregunta levantando una ceja. Vale, está claro que mentir se me da bastante mal.
- Es que estoy esperando a un amigo – la digo. – Bueno, tú vete, cuando venga Vito le digo que has venido y que se pase por tu casa.
- No, da igual, le espero aquí, no debe tardar mucho – dice sentándose en el escalón.
- Créeme, va a tardar.
- ¿Por?
- Porque ha ido a la farmacia de la calle de abajo y no tenían el antibiótico y se iba a otra, puede tardar mucho – la insisto agarrándola del brazo, tirando, haciendo que se ponga de pie.

- Está bien, si tú lo dices… Dile que luego me llame entonces – me dice mientras se aleja.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Capítulo 12

Al fin dejo de llorar, me paso la mano por la nariz y me seco las lágrimas con la manga de la chaqueta. Levanto ligeramente la cabeza e inspiro profundamente. Parece que ya no llueve tanto aunque los árboles de la acera de enfrente se mueven bastante por culpa del fuerte viento que se ha levantado. No sé cuánto tiempo habré estado aquí sentada, pero me han parecido horas. Saco el móvil del bolsillo y veo un montón de llamadas perdidas de Judith, de Sergio y de mi hermano. Marco el número de Vito, mientras saco un chicle de la mochila.
-Vito, hola – le saludo cuando cojo el móvil. Me sorprendo al escuchar mi propia voz. Carraspeo un poco para aclararla y lo intento de nuevo. – No te preocupes, he estado dando una vuelta.
-Joder Eva, avisa antes o estate atenta al móvil, estaba preocupado – me dice algo cabreado.
-¿Han dicho algo mamá y papá?
-No, no están en casa y no les he querido llamar, pero vuelve pronto -  me insiste. – Bueno Eva, que me quedo sin batería, hasta ahora – se despide antes de que me dé tiempo a explicarle nada. ¿Y ahora cómo vuelvo a casa? Suspiro desesperada y vuelvo a mirar el móvil. Judith me ha escrito millones de whatsapp. Le cuento brevemente lo que ha pasado cuando de repente me vibra el móvil, es Sergio.
-¿Si? – contesto tímidamente, atormentada por la conversación de esta mañana.
-¿Dónde estás? – me pregunta aceleradamente.
-Pues no lo sé – le digo poniéndome de pie, intentando buscar el nombre de alguna calle. – Calle de Pedrosa del Príncipe – consigo ver.
-¿Qué ves a tu alrededor? – me pregunta mientras oigo que arranca la moto al otro lado del teléfono. – Pues sólo veo edificios.
-Dime el número del portal de alguno, rápido Eva – me insiste.
-Cincuenta y cuatro.
-No te muevas – me dice mientras cuelga.
Me vuelvo a sentar en el suelo, me pongo la mochila encima de las piernas, intentando que me dé algo de calor. Está claro que Sergio es el mejor amigo del mundo entero. Me he pasado muchísimo con él esta mañana y aún así en cuanto se ha enterado de lo que ha pasado ha venido a por mí. Apoyo la cabeza en la pared y cierro los ojos, mientras respiro profundamente. Los abro lentamente al cabo de unos minutos, cuando noto que algo me roza la pierna, es un pequeño gatito blanco con algunas manchas negras. Se frota contra mi pierna, alargo la mano y le acaricio su pequeña cabeza. Se tumba a mi lado, dejando que le acaricie mientras empieza a ronronear. Le cojo y le apoyo en mis piernas, le acaricio entre las orejas y abre los ojos, son preciosos, azul cielo, me recuerdan tanto a la mirada de Alex… Apoyo la cabeza en la pared suspirando y cierro fuerte los ojos, intentando que se alejen estas ganas enormes de llorar de nuevo. Entre el recuerdo de Alex atormentándome constantemente y Marcos, cagándola continuamente…
-¡Eva! – me grita alguien. Alzo la mirada y veo como se acerca Sergio corriendo. Dejo al gatito en el suelo y me levanto despacio. Sergio me abraza y me alza por los aires. – Estúpida, no vuelvas a estar tanto tiempo sin contestarnos al móvil nunca más, estábamos preocupados – me dice mientras me besa la frente y me vuelve a abrazar.
-Ya… Lo siento – le digo abrazándole fuerte, escondiendo la cara en su hombro.
-Venga vamos, que estás empapada, me ha traído mi hermana en coche que he tenido un pequeño problema con la moto. – Me dice mientras coge la mochila del suelo y se la cuelga al hombro. – Eh, ¿y este pequeñín quién es? – pregunta acariciando al gatito.
- Pues no sé, lleva aquí un rato conmigo.
- Parece abandonado, está demasiado sucio para tener dueño – dice cogiéndolo del suelo.
- Pues ahora que lo dices, probablemente no tenga dueño – le digo pensativa mientras cojo al pequeño arrebatándoselo de los brazos a Sergio. - ¿Y si me lo llevo a casa? – le digo sonriente.
- ¿Crees que te dejarán tener un gato? – me pregunta sorprendido.
- Lo dudo, pero no tienen por qué saberlo – le digo decidida. Sergio se encoge de hombros y camina hacia el coche mientras le sigo de cerca con mi nuevo amigo en brazos.
- Gracias por venir a por mí, en serio – le susurro en el coche, estamos sentados en la parte de atrás, cada uno junto a una ventanilla, llevo al pequeño gatito entre mis piernas. Su hermana conduce despacio por las calles de Madrid, llueve muchísimo y apenas se ve nada más que millones de gotas a través del cristal.
- No las des – me dice sin mirarme.
- Claro que te las doy, no me he portado bien contigo, te he hablado fatal, no te he hecho caso, cuando llevabas razón, soy una idiota y me merecía haberme quedado bajo la lluvia toda la tarde – le insisto con cara apenada.
- Quizás me equivoqué, yo tampoco conozco a Marcos, a lo mejor es mejor chico de lo que yo creo – me dice intentando quitarle importancia al asunto.
- Sergio, no digas lo que no piensas – le digo mirándole mal. – Me ha dejado tirada en la calle, no piensas que es buen chico, para nada, y lo sabes.
- Bueno… yo… - no encuentra palabras y se queda callado. Alargo la mano y le acaricio suavemente el brazo, él, sigue mis dedos con la mirada. Subo y le paso la mano por el pelo, eleva la vista y me mira, después le acaricio suavemente la cara y le doy un suave beso en la mejilla, se revuelve nervioso, se ha puesto ligeramente rojo, sonrío, aunque ya no me mira. Giro la cabeza, hacia el frente, veo entonces como su hermana retira rápidamente la vista, estaba mirándonos por el espejo. Empiezo a acariciar al gatito, hasta que llegamos a mi casa.

- Muchas gracias – le digo a su hermana sonriente. –Sergio, hasta mañana – cierro la puerta del coche y corro al portal, intentando mojarme lo menos posible. Llamo al timbre y espero unos segundos, bien, parece que no hay nadie. Sujeto al pequeño gato con una sola mano y busco las llaves en el bolsillo. Entro al portal, me giro y me despido con la mano del coche, que arranca y baja la calle. Corro por las escaleras y entro en casa. Dejo al gato en la cama y voy al baño a por una toalla, le seco lo mejor que puedo y busco una caja, la más grande que encuentro. Oigo como se abre la puerta y escodo al pequeñín en el balcón de mi habitación. Asomo la cabeza por la puerta al pasillo, es Vito, está con una chica. Doy un paso hacia atrás intentando ocultarme y que no me vea. No sé quien será esa mujer, pero parece bastante mayor que mi hermano. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Capítulo 11

Suena el timbre que indica el final de las clases, corro escaleras abajo mirando al suelo, chocando con todo el mundo. Salgo fuera y espero en la puerta a los demás. En la acera de enfrente veo a un chico vestido de negro con gafas de sol apoyado en una moto, me saluda con la mano, aunque no sé quién es. Me hace un gesto para que me acerque. Miro a ambos lados de la carretera y cruzo, intentando no pisar los enormes charcos que surcan la calle.
-Hola señorita – me saluda mirando por encima de las gafas. Una sonrisa tonta se me dibuja en la cara de inmediato. – Vamos, sube – me invita Marcos extendiéndome un casco rojo. Asiento sonriendo, me pongo el casco y subo detrás suya.
-¿No esperamos a avisar a las chicas? – le pregunto antes de que arranque la moto.
- No hace falta, si ven que no estás, darán por hecho que he venido a por ti, ¿no? – me dice mientras arranca y empieza a conducir por la mojada calle. Va demasiado rápido para mi gusto, aunque no me quejo, ya que llueve y quiero llegar a casa cuanto antes, y me agarro fuerte a su cintura.
-Eh, ¿a dónde vamos? – le pregunto, cuando frena en un semáforo. Estas calles no me suenan de nada.
-Pues, ya que yo conozco tu casa, tendrás que conocer tú también la mía – me dice gritando para que le oiga, algo un poco difícil por culpa del tráfico.
-¿Qué dices? Me da vergüenza conocer a tu familia – le digo nerviosa.
-No te preocupes por eso, ahora no hay nadie – me dice mientras mira impaciente el semáforo en rojo.
-¿Qué? Mejor llévame a casa Marcos, tengo muchos deberes y no he avisado de que llegaría tarde, mis padres se van a preocupar – le digo trabándome, nerviosa.
-Oh venga, sólo media hora – me dice mientras arranca la moto, sin esperar a que se ponga en verde.
-¡Qué no, Marcos llévame a casa! – le digo gritando. Pero parece que, o no me escucha, o me ignora completamente. Empiezo a ponerme nerviosa, no quiero volver a pasar por lo mismo que pasé en aquel rato en mi casa, no quiero volver a estar a solas con él. Por un momento me acuerdo de Sergio y de lo que me ha dicho esta mañana, lo que hace que esté más inquieta todavía. Empiezo a golpearle la espalda ya histérica, mientras le grito que me lleve a casa. Entonces gira y frena bruscamente junto a la acera, se baja rápido y se quita el casco.
-¿Pero estás chiflada o qué te pasa? – me grita como un loco. – ¡Podíamos habernos matado! ¿Qué hacías dándome puñetazos? – me dice moviéndose de un lado para otro, tocándose el flequillo mientras intenta relajarse. Le toco el brazo para que se esté quieto, pero se quita haciendo un brusco movimiento.
-Quería irme a casa… - le digo en voz baja, con la cabeza agachada, mirando al suelo.
-Pues te jodes y te esperas, ¡no intentas que nos matemos! – sigue gritando mientras la gente que pasa por allí nos mira. – Anda, tira a tu casa – me dice algo más relajado señalando por donde hemos venido. Le miro extrañada, sin decir nada. – ¡Vamos! – me vuelve a gritar mientras se monta en la moto y se va. Veo como la moto se aleja por la larga calle, acelerando cada vez más.

Me quedo allí, de pie, quieta, en medio de la calle. Pequeñas gotas, que empiezan a caer del cielo, me mojan la cara. No tarda en empezar a llover con fuerza, pero no me inmuto, sigo quieta, mirando a la nada, sin poder reaccionar. No entiendo por qué Marcos se ha puesto así, por qué me ha gritado como si fuese una inútil, como si fuese una loca. Pero lo peor de todo, es que no entiendo cómo ha sido capaz de dejarme allí, sola, lejos de mi casa, en un lugar que no conozco. Vale, sí, quizás me he pasado al empezar a golpearle mientras estábamos en la moto, pero no soportaba la idea de quedarme a solas en su casa con él, no, no podía verme en esa situación. Vuelvo a pensar en Sergio, en lo que me había dicho, ahora me arrepiento de no haberle hecho caso, de haberle contestado mal. Y una lágrima cae por mi mejilla, juntándose con el resto de gotas que me mojan la cara. Miro al cielo gris, luego mi ropa, empapada, toco la mochila que llevo a la espalda y noto como gotea. Por fin reacciono y me muevo, corro en busca de un lugar donde refugiarme. Me meto debajo de un balcón, en la puerta de un piso. Me apoyo en la puerta, cansada, mientras respiro entrecortadamente y me dejo caer en el suelo. Me rodeo las rodillas con los brazos y escondo la cabeza entre ellos, mientras millones de lágrimas se escapan de mis ojos, dejándose caer al suelo. Maldigo en voz baja a Marcos, por haberme dejado allí sola. No me preocupa estar en un sitio que no conozco y no saber volver a casa, lo que de verdad me duele es el hecho de que haya sido capaz de dejarme allí e irse, sin duda alguna, como si yo no le importase nada. Todos tenían razón, no le conozco nada en absoluto y así es imposible empezar una relación, si es que a esto que tenemos Marcos y yo se le puede llamar relación...


jueves, 21 de noviembre de 2013

Capítulo 10

Caigo rendida en la cama, después de una larga tarde de compras con mi hermano. Mi madre para animarle ha decidido comprarle ropa e invitarle a cenar donde quisiese. No parece que esté mucho mejor, aunque en algún momento me ha parecido verle una ligera sonrisa.
Alargo el brazo y cojo el móvil, que había dejado cargando encima de la mesilla de noche. Vaya, tengo 7 llamadas perdidas. Todas de Marcos, ¿qué querrá? Justo en ese momento vuelve a llamarme.
-¿Sí?
- ¡EH! Llevo toda la maldita tarde llamándote, ¿dónde te habías metido? -  me dice prácticamente gritando.
- Con mi hermano – le contesto simplemente, alucinando por su actitud.
- ¿Seguro? Más te vale que fuese con él y no con otro chico – me dice con un tono bastante cabreado.
- He estado todo el rato con él y con mis padres.
- Ajá, ¿y ahora añades a gente? Me estás mintiendo Eva – me dice secamente.
- ¡Qué no Marcos! Te estoy diciendo la verdad – le contesto ya algo desesperada.
- Más te vale, como me entere de que me mientes… - dice con tono amenazante -  Bueno pequeña, me voy a dormir, un beso -  me dice ahora con tono dulce, me sorprende este cambio tan repentino de actitud pero me despido y cuelgo.
Me quedo mirando al techo, pensando en lo raro que estaba Marcos. No es normal que se haya puesto así… ¿o sí lo es? Me rasco la cabeza desesperada. Vuelvo a coger el móvil y miro las llamadas, una cada media hora. Quizás es normal que haya pensado algo raro… no sé. Llamo a Judith.
-¡Eva! – me saluda alegremente.
- Pelirroja, ¿qué haces?
- Pues nada, tirada en la cama con el ordenador, ¿y tú? – me contesta al cabo de unos segundos.
- Pensando – le digo fríamente.
- ¿En qué? – me dice inmediatamente. Entonces le cuento lo de Marcos, lo de las 7 llamadas perdidas y su reacción. – Vaya… - me dice simplemente.
- ¿Crees que es normal que se haya puesto así? – le pregunto preocupada.
- Em… esto… pues no Eva. Me parece una reacción exagerada, ¿acabáis de empezar y ya está así? Me parece que es demasiado posesivo, y eso que te ha dicho sonaba a amenaza y no me gusta un pelo – me dice Judith. Quizá tenga razón, me quedo un rato callada pensando, me despido y cuelgo.

Me despierto sudando, el corazón me late deprisa, me paso la mano por la frente y la tengo helada a pesar del sudor. Me levanto despacio intentando no hacer ruido y voy al baño, me lavo la cara y me mojo un poco la nuca, me miro al espejo, estoy pálida como un fantasma. Son las ocho de la mañana, por lo que me visto y me peino rápido mientras espero a que Judith venga a por mí como todas las mañanas antes de ir a clase. Me asomo por la ventana y miro el cielo, está todo negro ya que sigue siendo de noche pero se pueden distinguir unas nubes grises muy feas, por lo que me cojo el abrigo y bajo al portal mientras espero. A lo lejos distingo una figura alta, es un chico, va con una capucha y no se le ve nada la cara.
-Buenos días Eva – es Sergio.
-¿Qué haces tú por aquí? El instituto es por el otro lado eh… – le digo sorprendida.
-Ya – me dice sonriendo. – Pero Judith no podía venir, me ha dicho que viniese yo a por ti – me dice mientras hace un movimiento con la cabeza señalando la moto aparcada en la otra acera.
-No creo que ese tal Marcos te convenga Eva – me dice al llegar al instituto. Ya empieza otra vez… Le miro mal y sigo andando sin comentar. – Es que siempre eliges mal, mira la otra vez con Álex, siempre mal. Hay millones de chicos que están locos por salir contigo y eliges a los peores.
-Bueno Sergio, vale ya, ¿no? – le digo cabreada. – Si elijo mal es mi problema, no el tuyo.
-No Eva, sabes que no es así, si eliges mal se convertirá en el problema de todos, y ese imbécil no tiene buena pinta.
-¿Por qué? – le digo muy seria.
-Oh, venga… ¿Te parece normal que a las dos horas de haberos conocido te diga tantas ñoñerías? Ese va a lo que va y punto, es imposible que en dos horas sin saber nada de ti se haya enamorado. Le flipa tu cuerpo y ya está.
-Sergio, no tienes ni idea, no conoces en absoluto a Marcos, así que cállate – le digo cada vez más enfadada.
-Pero es que tú tampoco le conoces en absoluto – me replica insistiendo.
-A ti lo que te pasa es que te mueres de celos porque te gustaría ser él, te gustaría que estuviese contigo y ya está, pero te jodes, porque me gusta Marcos, no tú – le grito loca de ira. Todo el mundo se gira al oírme chillar y Sergio me mira decepcionado, coge la mochila que había dejado en el suelo y se va sin decir ni una sola palabra más.
-Creo que te has pasado un poco… - me dice Judith, que lo había escuchado todo, mientras me acaricia la espalda intentando que me relaje.
-¿Y tú por qué no has venido a por mí hoy? – le pregunto un poco borde, sin querer.

-Sergio me pidió que no fuese, quería hablar contigo, aun que ya veo que no te lo has tomado muy bien.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Capítulo 9

Suena el timbre, después de seis eternas y aburridas clases. Camino por las calles frías y estrechas de Madrid, mirando al suelo cabizbaja. Noto como una pequeña gota cae sobre mi nariz y se desliza hacia mi mejilla. Detrás de esta comienzan a caer más, cada vez más fuerte. Echo a correr  sujetando mi mochila e intentando cubrirme la cara con el pelo para no mojarme el rímel. Veo un McDonald y corro aún más rápido hacia él. De repente choco contra algo. Caigo al suelo golpeándome la cabeza.
-Auch… -  me quejo rozándome con los dedos la parte de atrás de la cabeza, poco más arriba de la nuca. Noto como miles de gotas caen sobre mí.
-Pero, ¿A dónde ibas tan rápido señorita? – me dice una voz extendiéndome una mano. Miro lentamente arriba y le veo sonriendo. Marcos. Me guiña un ojo mientras le agarro la mano y me ayuda a ponerme de pie. Me sacudo el culo con las manos y noto que está empapado. Miro detrás, había un charco, que suerte tengo…
- Pues al McDonald para intentar no mojarme pero como puedes comprobar ya no serviría de mucho -  le digo mientras señalo mi ropa y mi pelo encrespado.
- Anda venga, que te acompaño a casa si quieres -  me dice sonriendo y acercándose a mí. Me pone una mano en la espalda, apoyada en mi cintura y se acerca un poco más.
-Hasta con el rímel corrido eres preciosa -  me susurra prácticamente al oído. Pues vaya, mi intento de salvar la pintura de ojos tampoco ha servido para mucho. Noto como me arden las mejillas y llevo un dedo a mi cara, pasándolo por debajo de mi ojo derecho intentando arreglar aquello. Marcos me agarra la muñeca y baja mi mano apartándola de mi cara. Apoya su frente contra la mía, sonríe ligeramente y vuelve a presionar sus labios contra los míos como la tarde anterior. Siempre había soñado con un beso como aquel, debajo de la lluvia. Y él, es perfecto para dármelo. Pero entonces inevitablemente me acuerdo de Álex. Recuerdo aquella tarde en su portal viendo como llovía, viendo como las gotas bajaban lentamente cruzando todo el cristal de la puerta, como si fuese una carrera para ver cuál llegaba antes al suelo, mientras él me acariciaba la espalda y el pelo. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo y me separo de Marcos y de su beso. Me mira extrañado pero no pone pegas. Pasa un brazo por mis hombros y caminamos a mi casa. No parece que vaya a dejar de llover en todo el día y mucho menos ahora, así que acelero el paso tirando de Marcos haciéndole ir más deprisa.
-Ya estamos tranquila, no me hagas correr más que se me van  a salir los pulmones por la boca -  se queja Marcos al llegar a mi portal. Sonrío sin darme ni cuenta y le beso. Me abraza fuerte. Creo que es el mejor beso que nos hemos dado hasta ahora, aun que tampoco es que hayan sido muchos.
-Marcos, mejor voy subiendo que creo que debería cambiarme y eso… -  le susurro cuando consigo separarme de él. Asiente levemente con la cabeza, me da otro veloz beso en los labios y se va corriendo.
Abro la puerta del portal lo más rápido que puedo aun que ya no importa demasiado que llueva.
-¡Ya he llegado! – grito  al entrar en casa, pero nadie contesta. Las luces están apagadas. Supongo que habrán ido a hacer la compra o algo. Subo corriendo a mi cuarto pero algo me llama la atención. La puerta de la habitación de mi hermano está entre abierta y se ve una maleta en el suelo. Lentamente me acerco y asomo la cabeza. Veo a mi hermano tendido en la cama boca abajo. Respira entre cortadamente y la espalda le sube y baja irregularmente. Escucho como sorbe por la nariz. Camino en silencio y me siento al borde de la cama. Le paso la mano por el pelo acariciándole cariñosamente.
- Eh, Vito, ¿qué te pasa? – le digo susurrando sin dejar de acariciarle el pelo. Se gira lentamente y me mira. Tiene los ojos rojos y muy hinchados y miles de lágrimas le surcan la cara. Le abrazo instintivamente y le aprieto fuerte contra mí.
- Belén… -  consigue susurrar, y vuelve a echarse a llorar.
- ¿Lo habéis dejado? – le pregunto preocupada. Asiente con la cabeza sin dejar de convulsionarse debido al disgusto. A saber cuántas horas lleva llorando. -  ¿Y eso? ¿Qué ha pasado?
- Cuando he… llegado a casa… estaba con… otro -  consigue explicarme entre lágrima y lágrima. Abro los ojos como platos y le abrazo aún más fuerte.

- Guarra… -  susurro lo más bajito posible. No puedo evitar decirlo… Mi hermano la quería muchísimo… Llegar a casa y verla ahí con otro… debe ser algo horrible, menudo palo se habrá llevado. Con lo buena y maja que parecía… se ve que no la conocía lo suficiente, se ve que es cierto eso que dicen y que las apariencias engañan. Ya se ha traído todo lo que tenía allí en la maleta por lo que parece, así que parece que al menos disfrutaré de más tiempo con él.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Capítulo 8

¡¡Ding, dong!! Me despierta el timbre. Aún medio dormida escucho como mi madre me llama desde abajo.
-Eva, es Judith – me grita.
- Pues que suba – la contesto bordemente. Entonces veo unos mechones de pelo naranja y un ojo color miel asomando por la rendija entreabierta de la puerta.
- ¿Se puede? – me pregunta.
- Claro, pasa – la digo mientras me incorporo en la cama, me coloco un poco la camiseta y me aliso como puedo el pelo con los dedos. Abre la puerta y entra cerrándola tras de sí. Se sienta a mi lado en la cama cogiendo mi peluche de Bob Esponja y poniéndoselo sobre su regazo.
- Es que estaba aburrida en mi casa, siento haberte despertado. Cuando tu madre me dijo que estabas durmiendo la dije que mejor me iba pero insistió en que subiese y en que te despertases, dice que así lo único que haces es desaprovechar tu vida -  me explica mientras juguetea con el peluche.
- No pasa nada, ella es así, además tiene razón, estaba desperdiciando la tarde -  la digo medio riéndome.  Aunque hubiese preferido seguir durmiendo.
- Ayer no encontré nada que me quedase bien, estoy demasiado gorda -  me dice cruzándose de brazos enfurruñada como una niña pequeña.
- Oh vamos, no digas eso nunca más Judith. ¡Si estás para comerte! – exclamo mientras me tiro sobre ella abrazándola y besándola.
- Aggh, me has llenado la cara de babas -  me dice limpiándose cuando consigue zafarse de mí. Entonces juntas nos reímos a carcajadas mientras intento darla más besos.
- Mira, hacemos una cosa, el próximo día te acompaño yo de compras, ya verás como encontramos algo que te guste -  la propongo cuando conseguimos relajarnos.
- Está bien, me parece buena forma de compensarme por esto que me acabas de hacer -  me dice mientras hace como que se sigue limpiando la cara. Me río mientras la miro. Es la mejor. – Bueno, ¿y tú al final que hiciste ayer?  -  me pregunta cambiando de tema.
- Pues… -  la digo sin mirarla, se da cuenta y se lanza encima de mí.
- ¿El qué? ¿Eh? Cuenta ¡YA! – grita entusiasmada, es la chica más cotilla que he conocido jamás, tiene que saber siempre todo, aun que luego guarda muy bien los secretos.
Entonces cuando consigo que se quite de encima, la cuento todo lo que pasó ayer con  Marcos. Según avanza la historia más impresionada parece. Tiene los ojos como platos, aun que permanece callada hasta que termino de hablar.
-Increíble – dice simplemente cuando acabo.  -  ¡Que romántico, que mono, que perfecto, que todo! – grita por fin mientras pega un salto en la cama.  – Yo quiero conocer a un chico así para mí – me dice ilusionada mirando al techo mientras abraza al Bob Esponja apretándolo contra su pecho.
- Tú conseguirás a uno mejor – la digo acariciándola el pelo.
- Bueno, ¿y tú crees que ya sois novios o algo así?
- Pues supongo, antes cuando le he llamado me ha dicho que soy mucho más que una amiga, eso es que somos pareja, ¿no? Además con Álex, en cuanto nos besamos… me dijo que ya éramos novios – le cuento indecisa.
- Sí, claramente lo sois – me dice la pelirroja sonriendo.  – Ay, ¡que ilusión! – grita abrazándome. Sonrío ampliamente, nuevamente parece que soy feliz.

-¿Sabéis que Eva se ha echado novio? – grita entusiasmada Judith en clase. Primera hora, esperando al profesor de matemáticas, un lunes, algo matador, pero parece que Judith se ha empeñado en hacerme entretenida esa hora. Los demás, Sergio, Alberto y Cris, me miran sorprendidos.
- ¿Estás saliendo con él? -  me pregunta Cris levantando las cejas, sorprendida.
- Claro que sí, la dijo que eran mucho más que amigos – grita emocionada de nuevo Judith. Parece que a la pelirroja, la idea de que esté con Marcos, la hace incluso más ilusión que a mí.
- Ah – susurra Cris sonriéndome. No sé si son mis imaginaciones o que es muy pronto y no me entero de las cosas, pero me parece que la sonrisa de Cris es un tanto forzada. Quizás esté pensando en algún chico o la ha pasado algo, debería preguntarla, pero ahora no, cuando estemos a solas.
- ¿Y quién es el afortunado? – pregunta Alberto, no parece tan emocionado, ni si quiera ha sonreído al escuchar la noticia, al igual que Sergio, ambos permanecen serios.
- Un chico del equipo de Jose – responde de nuevo Judith.
- Oye pelirroja, podrías dejarme hablar a mí de vez en cuando, ¿no crees? – la digo sonriéndola.
- Oh, sí, claro, perdona Eva – me dice mirando al suelo avergonzada. Me acerco, la levanto la cabeza apoyando mi mano en su barbilla y la sonrío. Me mira, sonríe sonrojada y me abraza. De verdad, me encanta esta chica de las pecas, no hay otra igual.
- ¿Desde cuándo le conoces? – pregunta Sergio, sentándose en la mesa que tengo al lado.
- Pues… desde ayer – les cuento.
- ¿Desde ayer y ya salís? – grita Alberto - ¿Pero qué es esto? Así va el país… -  dice moviendo la cabeza negativamente mientras mira al suelo. Me quedo callada, sin saber qué decir, justo ahora Judith tiene que dejarme hablar, ¿no? De verdad esta pelirroja… no sabe cuando le toca ayudar…

- Eh, sentaos todos – salvada por el profe. Todos corremos a nuestros sitios y nos precipitamos sobre los pupitres antes de que al señor Paco le dé tiempo a ponernos un parte por estar fuera de nuestro sitio. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Capítulo 7

Subo a casa, aun no hay nadie, a saber dónde están. Me siento en el sofá y cojo el teléfono, marco y me lo pongo en la oreja.
- Mamá, ¿dónde estáis? - le pregunto cuando me coge el móvil.
- Estamos con tu hermano, que necesitaba algunas cosas para el restaurante que le han mandado comprar y hemos aprovechado a hacer la compra, enseguida volvemos, si quieres ve cenando - me dice mi madre con voz alegre.
- Vale, adiós mamá -  y cuelgo. Voy a la nevera y cojo una tartera con filetes de pollo y una botella de agua. Me voy a mi habitación y enciendo el ordenador mientras me como un filete frío.
-¡Tía! ¿A qué no sabes qué pasó ayer? – grito por el teléfono cuando Cris me lo coge.
- ¡Ei, ei, no grites tanto loca! – me dice Cris medio riéndose. – Si ya lo sé todo, te liaste con el guaperas ese de Marcos, me lo ha contado todo Jose, parecía molesto, yo creo que le gustas – me dice riéndose a carcajadas.
- Va, venga Cris no seas tonta, le gustas tú, ¿y cómo es que ya lo sabe? – le pregunto algo extrañada.
- Marcos, se lo contó a todo el equipo por el grupo de Whatsapp – me dice Cris como si fuese algo evidente.
- ¿A todo el equipo? Flipo… - le digo molesta.
- Bueno venga es algo normal, ¿qué más te da? Además es guapísimo, ¿para cuándo la boda? – dice Cris riéndose aún más que antes.
-Joder Cris, ¿no se puede hablar contigo enserio? – la digo cabreándome.
- Lo siento… - me dice con voz arrepentida. – Bueno, ¿vas a contarme cómo fue o qué?
- Sólo fueron cuatro besos tontos, luego me dejó su número – la cuento evitando los detalles.
- Qué sosa eres Eva, enserio, ¡así no le conquistarás nunca eh! – me dice prácticamente gritando y con tono irónico.
- ¿Te recuerdo quién le besó ayer? -  la digo chinchándola.
- Bah, pero porque yo le gusto a Jose y es un buen amigo, si no habría ido a por mí y lo sabes perfectamente- dice con tono de superioridad y al final se ríe.
- Tú deberías salir con Jose, no está mal y así podríamos salir en parejitas – la suelto de repente.
- Ni hablar – dice rápidamente. – Si tanto te gusta sal tú con Jose y yo salgo con tu chico, ¿no te parece? – dice bromeando.
- No, ni lo sueñes, Marcos es mío y no hay más que hablar, aun que cuando ya no le quiera te lo presto unos días -  la digo siguiéndola el royo. Juntas nos reímos hasta que oigo la voz de un chico al otro lado del teléfono. – Eh, ¿qué se escucha por ahí? – pregunto curiosa.
- Nada, que he quedado, luego hablamos, adiós Eva – me dice apresuradamente y, sin darme tiempo a contestar, me cuelga.
Habrá quedado con el chaval ese de 18 años que conoció en el partido de su hermano, por eso ha colgado tan rápido, esta chica… Me dejo caer en la cama, mirando a las estrellitas brillantes que aún tengo pegadas en el techo de cuando era pequeña y tenía miedo a la oscuridad. Pienso en Marcos, en sus ojos oscuros, en su sonrisa pícara, en sus besos… y sin querer, una sonrisa tonta se me dibuja en la cara. Entonces me acuerdo de que me escribió su número de teléfono. Me levanto, me acerco a la mesa de escritorio y cojo el móvil. Busco su nombre en los contactos. Ahí está, lo ha guardado como Marcos guapo. Sin querer vuelvo a sonreír cuando lo leo. Me siento en la cama y le llamo, al tercer bip me lo coge.
-¿Sí? ¿Quién es? – me dice con una voz extraña, molesto por tener que contestar al teléfono, quizás estaba haciendo algo. Me siento tentada de colgar, no molestarle y llamarle en otro momento, pero ya que estamos…
- Hola Marcos guapo – le saludo dulcemente con el nombre con el que guardó su número de teléfono.
- ¿Qué? ¿Quién coño es? – suelta borde. Me quedo callada, hubiese sido mejor colgar o no haberle llamado. – ¡Ah! ¿Eres Eva? – dice al cabo de unos segundos cuando parece recordar.
- Sí – le digo secamente y algo molesta.
- Perdón, es que ahora no puedo hablar, estoy con… mi… prima -  me dice. Me parece notarle indeciso, todo lo contrario que ayer.
- ¿Quién es? – escucho a una tercera persona de fondo, una chica, será su prima.
- Nadie, una amiga – dice rápidamente Marcos.
- O sea que sólo soy una amiga… - le digo ya cabreada.
- Venga Eva… que ahora no puedo hablar, luego te llamo, ¿vale? Y claro que no, eres mucho más que una amiga – esto último me lo dice susurrando.
- Está bien, luego hablamos – le digo ya algo más calmada. - Adiós Marcos guapo – me despido con una sonrisa en la cara.
- Hasta luego señorita -  me dice con voz dulce, y cuelga.

Vuelvo a estar en la cama tirada, aburrida y encima, pensando en él. Al menos ya no me acuerdo tanto de Álex y Carmen, quizás sea verdad eso de que un clavo saca a otro clavo.  Me quedo un rato allí tumbada, sin hacer absolutamente nada hasta que me quedo profundamente dormida. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Capítulo 6

- Como quieras - le digo. Abro el portal y subimos en ascensor. Marcos se mira en el espejo y se coloca como puede el pelo. Me pongo nerviosa. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo, le voy a dejar pasar a mi casa y,¡le he conocido hoy! ¡Ni si quiera sé cómo es! Me muerdo las uñas nerviosa cuando llegamos a mi piso. Abro la puerta insegura. Pasamos dentro.
- Voy a cambiarme, ¡espera aquí eh! - le digo sin ni si quiera mirarle. Voy a mi habitación y cojo lo primero que encuentro y me visto rápido.
- Bonita casa - oigo que me dice Marcos desde el salón. Voy a ver qué hace en cuanto termino de vestirme. Está mirando unos marcos de fotos.
- ¿Esta eres tú? - me pregunta señalando una foto mía de pequeña. Asiento y él sonríe. - Que mona, aunque ahora eres mucho más guapa - me dice pasándome una mano por la cintura y mirándome a los ojos. Me pongo nerviosa y me retiro de su lado. Él se ríe y me acaricia la mejilla dulcemente. Se gira y sigue viendo las fotos. Le miro fijamente y sonrío involuntariamente.
- Bueno... ¿Nos vamos? - le digo acercándome a la puerta.
- Ah, claro - me dice mirándome algo decepcionado. Salimos de mi casa y bajamos en ascensor. Fuera ya apenas llueve y caminamos en silencio hacia el parque de al lado de mi casa. Me siento en un banco debajo de un árbol y él se sienta a mi lado, pegado a mí, pasa su brazo por mi hombro y me retira el pelo de la cara, pasándomelo por detrás de la oreja. Le miro y veo sus ojos clavados en mí.
- Eres preciosa - me susurra cerca del oído. Me estremezco y sonrío ligeramente. Un cosquilleo me recorre todo el cuerpo. Estoy nerviosa, pero me siento bien a su lado. Se acerca a mí y me besa la mejilla, después me acaricia haciendo que me dé un pequeño escalofrió. Me apoyo en su hombro mientras él me acaricia el pelo.
- ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? - me dice incorporándose un poco y sonriendo. Asiento con la cabeza y me levanto. Estoy embobada, parece como si estuviese en las nubes, no sé qué me pasa, pero es agradable. Me agarra la mano y andamos por las calles.
-¿Te enseño "mi sitio"? - me dice mirándome a los ojos con una sonrisa alegre.
- Vale - le contesto. Me aprieta más fuerte la mano y tira de mí. Vamos prácticamente corriendo y me lleva a un parque donde solía ir a menudo con Sergio a sacar a su perro. Es grande y bastante bonito, está lleno de árboles, arbustos frondosos y flores de distintos colores. Aminoramos el paso y nos adentramos en el parque, andando, tranquilos, sin prisa, de la mano. Andamos por un pequeño camino de piedra bordeado por pequeñas florecillas. Me suelta la mano y me agarra de la cintura. Tira de mí hacia la derecha y nos metemos entre los arbustos.
- ¡Eh! ¿A dónde vamos? - le digo poniéndome nerviosa de nuevo.
- Tranquila, yo sé lo que hago - me dice mientras nos adentramos entre las plantas. Llegamos a un pequeño camino de tierra, por el que no parece que haya pasado mucha gente.
- ¿A que no conocías este camino? - me dice sonriéndome mientras seguimos adelante. Niego con la cabeza y le sigo, mirando todas las flores y plantas de mi alrededor. Llegamos a una pequeña y bonita fuente, llena de enredaderas, iluminada por una luz que tiene en lo alto y con cuatro bancos blancos alrededor, el suelo de madera forma un hexágono.
- Aquí vengo cuando tengo problemas y necesito pensar, eres la primera persona que traigo aquí - me dice mientras me mira a los ojos. Me vuelve a agarrar de la mano y nos sentamos en uno de los bancos. Miro a mi alrededor, apenas se ve el cielo por los árboles. Parece un lugar mágico. Miro a Marcos de reojo, que mira la fuente embobado, sonrío disimuladamente y me apoyo en él. Me abraza y me besa la frente.
- Eres increíble - le susurro sin mirarle. Noto como sonríe y me acaricia la mejilla retirándome el pelo, me incorporo y le miro, es guapísimo. Me besa dulcemente la mejilla y se queda mirándome a los ojos. Apoya su frente contra la mía.
- Nunca había conocido a nadie como tú, enserio - me susurra. Se acerca aún más a mí y me besa. Me abandono en sus brazos y le beso yo también. Me acaricia suavemente el pelo y la nuca. Poco a poco nos separamos y me mira a los ojos sonriente.
- Me parece que tendremos que quedar más días, ¿no? - me pregunta con una sonrisilla pícara. Sonrío y me abraza - Creo que deberíamos irnos ya, empieza a anochecer - me dice mirando al poco cielo que se ve desde allí. Asiento y nos levantamos. Volvemos a adentrarnos entre los arbustos y volvemos al camino de piedra del principio. Me agarra de la cintura y me acompaña a casa.
- Bueno, ya hablaremos - me dice metiendo la mano en mi bolsillo del pantalón y sacando mi móvil, le miro extrañada. - Aquí tienes mi número - me dice después de haber escrito algo en mi móvil, y me lo vuelve a meter en el bolsillo. Se acerca y me da otro beso, suave y rápido - Me voy ya, ¡hasta pronto! - me dice alejándose y guiñándome un ojo. Me quedo en la puerta, mirándole, hasta que desaparece por una calle y me meto al portal. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Capítulo 5

Una vez en el campo de fútbol nos sentamos en los banquillos, chispea un poco pero no molesta. Buscamos a Jose con la mirada, está junto a otro chico, algo más bajito, con el pelo castaño más o menos largo. Están calentando, el chico bajito mira en nuestra dirección y Cris saluda con la mano.
- ¿Quién es? - la pregunto sin apartar la mirada de los dos chicos.
- Ni idea - me contesta riéndose y sin dejar de saludar. Sacudo la cabeza, Cris es imposible, siempre está igual con los chicos. El chaval bajito le dice algo a Jose y miran en nuestra dirección. Jose sonríe y nos saluda con la mano. Acaban el calentamiento y se ponen a jugar un partido.
- ¿Por qué no sales con Jose? Es un chico muy majo - le comenta Judith a Cris. Esta pone cara de asco e ignora el comentario. De repente lanzan la pelota cerca de donde nos encontramos. El chico bajito corre rápidamente a por ella. Le caen gotas del pelo por la cara. Se agacha a por la pelota y nos mira. Nuestras miradas se cruzan. Son apenas dos segundos, pero me ruborizo y sin saber por qué retiro la mirada. Vuelve al campo y siguen jugando. De repente empieza a llover con más fuerza.
- ¡Ay! ¡Como llueve! - se queja Cris. Aunque en el banquillo apenas nos mojamos.
- ¡Todo el mundo a los vestuarios! - grita el entrenador. Todos los chicos corren hacia abajo. - Vamos, vosotras también - nos mete prisa el entrenador. Les seguimos corriendo para mojarnos lo menos posible. Entramos al vestuario, los chicos se sientan en los bancos. Algunos sacuden la cabeza para secarse el pelo. Otros se estrujan la camiseta y llenan el suelo de agua.
- ¡Chicas venid aquí! - nos grita una voz desde un rincón del vestuario. Son Jose y el chico bajito de antes. Están sentados en un banco. Nos acercamos y nos sentamos con ellos.
-Este es Marcos - nos dice Jose señalando al otro chico - Ellas son Cris, Eva y Judith - nos presenta. Marcos se levanta y nos da dos besos a cada una. Se sienta y se seca el pelo con una toalla. De vez en cuando veo que nos mira de reojo a las tres y comenta algo en bajito con Jose. No dejo de mirarle. Es bastante guapo. Su pelo mojado casi parece negro y algunos mechones le llegan a los ojos. Se pasa la mano por la cabeza echándose el pelo hacia atrás para retirárselo de la cara. Se levanta y se quita la camiseta de la equipación, que está empapada. Se vuelve a sentar y la estruja haciendo que caiga un chorro de agua al suelo.
- Joder lo que ha llovido en un momento... - comenta mirando todo el suelo mojado del vestuario. Jose asiente y se quita también la camiseta imitándole e inmediatamente saca otra de la mochila y se la pone. Marcos se queda así, sin camiseta, sentado y apoya la cabeza en la pared. Le miro fijamente. Está fuerte. Se le marcan bastante los pectorales. De repente me mira y nos quedamos así, mirándonos a los ojos. Me sonríe. Tiene una sonrisa preciosa. Noto como Judith me da un codazo en el costado. Sacudo la cabeza y la miro. Sonríe y se acerca a mi oído.
- Como le miras eh... - me dice sonriendo e intentando chincharme.
- ¡Que va! - la digo tímidamente y mirando al suelo. Se ríe y la pego un suave empujón riéndome yo también. Los demás nos miran sin entender pero no les hacemos ni caso.
- Chicas vámonos ya que aunque deje de llover ya no da tiempo a que entrenemos más - nos dice Jose levantándose del banco. Marcos le imita y nosotras hacemos lo mismo. Salimos fuera. Llueve con fuerza. Corremos los cinco en dirección a la parada de autobús. Pisamos los charcos que se han formado en el suelo salpicando a nuestro alrededor y acabando aún más mojados todavía. Miro hacia la carretera y vemos como el autobús pasa por nuestro lado. Corremos más rápido, con todas nuestras fuerzas. Conseguimos llegar justo antes de que el autobús cierre las puertas. Vamos hacia el fondo. Me siento en los últimos asientos, al lado de la ventana, Marcos se sienta a mi lado y Jose ocupa los otros asientos tumbándose. Cris y Judith se sientan delante, mientras miran embobadas el móvil de Cris. Marcos sacude la cabeza y me salpican algunas gotas.
- Oh, lo siento - se disculpa al ver que me ha mojado.
- Da igual, si estoy empapada, unas cuantas gotas más no las voy a notar - le digo despreocupada sonriendo. Me sonríe él también.
- Tienes una sonrisa preciosa - me dice sin dejar de mirarme. Me ruborizo ligeramente y me pongo nerviosa.
- Oh, gracias - le digo con una risilla nerviosa. Se ríe y me pasa el brazo por el hombro. Jose se levanta ligeramente y se queda mirándonos algo extrañado.
- Eva, si te molesta le das una hostia y ya está, ¡qué no pasa nada eh! - me dice, parece que habla enserio. Le miro sin saber qué decir.
- Tío cállate, que lo hago porque puedo - le dice Marcos molesto y con tono de chulo. Jose hace ademán de darle una colleja pero Marcos se agacha esquivándola. Se ríe y me apoya contra su pecho.
- Pero déjala en paz, ¡pedazo de subnormal! - le grita Jose ya algo cabreado.
- ¿Qué más te da? ¡Si a ti te gusta Cristina! - le dice Marcos sin dejar de sonreír. Cris y Judith se giran para ver qué es lo que pasa. Jose las mira preocupado y Marcos se ríe a carcajadas. Jose le lanza una mirada asesina pero este le responde guiñándole un ojo. - Además, Eva, ¿a que a ti no te molesta? - me dice acariciándome el pelo. Niego con la cabeza, aunque algo insegura. Marcos levanta las cejas y pone una mueca con la boca, como diciendo le, '¿Ves como tenía razón?' Jose sacude la cabeza enfurruñado y se vuelve a tumbar en los asientos. Cris y Judith se levantan.
- Nosotras nos bajamos aquí - nos dicen.
- ¿Tú no bajas? - me pregunta Marcos.
- No, se van a comprar ropa y a mí no me apetece, así que supongo que me iré ya a mi casa, además estoy empapada.
- ¿Por dónde vives? - me pregunta acariciándome la mejilla.
- Eh... Al lado de las vías del tren - le contesto embobada mirándole a los ojos.
- Te acompaño si quieres, me pilla cerca de mi casa - me dice amablemente.
- Vale - le digo sonriendo tímidamente.
Jose se baja del autobús despidiéndose con la mano. Nos quedamos Marcos y yo, solos, en silencio, yo sin saber qué decir, él mirándome y sonriendo. Me muevo incómoda en el asiento. Marcos retira el brazo de mi hombro y se pone serio.
- Bueno, y ¿cuántos años tienes? - me pregunta.
- Catorce, y tú?
- Jaja, que peque - me dice sonriendo. - Yo dieciséis.
Le sonrío. No los aparenta la verdad. Sergio es de su edad y parece mucho mayor que él. Pero no le digo nada. El autobús para y salimos. Andamos con paso ligero, ya que sigue lloviendo. De vez en cuando comenta algo y me río. Llegamos a mi casa. No veo el coche de mi madre aunque no le doy importancia y llamo al telefonillo. Nadie contesta.
- No están... - comento sacando las llaves del bolsillo.

- Entonces puedo subir y me enseñas tu casa - me dice Marcos con una sonrisa pícara. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Capítulo 4

- ¿Qué dices? - me exclama Judith con la boca abierta cuando le cuento a ella y a Cris lo del beso con Sergio.
- ¿Besa bien? - pregunta Cris sin quitarme un ojo de encima. La miro sorprendida. Lo único que se le ocurre preguntar es, si besa bien, no tiene remedio.
 - Eh... Esto... Pues... Sí, supongo que sí - digo sin estar muy convencida.
- ¡Pero dímelo claro! - exclama Cris nerviosa. - Si algún día me da por liarme con él, ¡tendré que saber si besa bien o no!
- ¿¡Qué!? En ese caso no, no besa bien - la digo algo enfadada. No sé por qué, pero la idea de que Cris se líe con Sergio no me gusta nada. ¿Serán celos? No, no puede ser, a mi Sergio nunca me ha gustado y por un beso no puede empezar a gustarme. De nuevo me veo echa un lío y sacudo la cabeza sin saber qué pensar de todo esto. Entonces Sergio se acerca a nosotras, que estamos reunidas en el pupitre de Judith esperando a que comience la clase.
- Hola – dice mirándonos. Las tres le miramos rápidamente. Creo que se da cuenta de que hablábamos de él y se ruboriza ligeramente. Entra el profe en clase y Sergio corre a su sitio.
En el recreo nos juntamos los cinco pero Sergio permanece callado todo el rato, de vez en cuando me mira y me sonríe tímidamente, como siempre. Ayer parecía mucho más seguro de sí mismo, pero no le doy más vueltas.
Y así pasan los días, las semanas, hasta que parece que el suceso del beso ha sido olvidado y que todo vuelve a ser como antes.

- ¡Eh! ¿Por qué no os venís esta tarde a mi entrenamiento? ¡Así veis lo bueno que soy! - nos dice un día Jose, un chico de nuestra clase. Está coladito por Cris y no sabe qué más hacer para intentar conquistarla. A mí me parece un chico super majo y divertido y es mono, no está nada mal. Pero Cris está encaprichada con el chico ese de 18 años y pasa del pobre Jose. Le sonrío y miro a mis dos amigas que no parecen muy convencidas.
- Venga chicas, ¿por qué no vamos? Seguro que es divertido - las intento convencer para hacer sentir mejor a Jose que me echa una mirada de agradecimiento.
- Venga vale... - consigo convencerlas y sonrío ampliamente.
Esperamos al autobús bajo la lluvia, cantando, saltando y bailando, como tres niñas pequeñas, sin saber que lo que nos espera nos puede cambiar la vida completamente.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Capítulo 3

- ¡Eva! ¡Guapa! - me grita una voz a mis espaldas en el patio del instituto. Me giro y los veo. Alberto y Sergio. Alberto es de un curso superior. Es bajito y guapo. Tiene el pelo corto y castaño claro a juego con sus ojos marrones. Lleva una camiseta negra de tirantes que marca sus delgados brazos. Es un chico atrevido, ligón, bromista y alegre. A su lado está Sergio, es de mi clase, aunque me saca dos años. Me mira con sus preciosos ojos verdes. Toca la guitarra y canta. Es un chico bastante sensible, que muestra sus sentimientos, normalmente sin miedo, con naturalidad. Aunque con las chicas es algo tímido, lo que hace que pierda muchas oportunidades. Son unos chicos estupendos, mis amigos. Siempre que pueden quedan con Judith, Cris y conmigo y juntos hacemos de las nuestras. Les sonrío ampliamente y me acerco a ellos. Sergio me da dos besos tímidamente y Alberto me intenta alzar por los aires abrazándome. A continuación saludan a Judith y a Cris con dos besos.
- Eva, ¡aún me debes una cosa eh! - me dice Alberto guiñándome un ojo. Le pongo una de esas miradas asesinas, aunque lo único que consigo es que se eche a reír. Un día, no sé cómo, consiguió que le prometiese un beso... Y cada vez que me ve me lo recuerda. Pero si de verdad lo quiere, que espere sentado... Alberto mira a Sergio y le saca la lengua, como un niño pequeño y sigue riéndose sin parar. No entiendo que le hace tanta gracia, aunque Cris también se ríe disimuladamente. Judith y yo nos miramos sin comprender nada. Me encojo de hombros y me siento en un banco mientras me como un pequeño bocadillo. Cris y Judith se sientan junto a mí, mientras los chicos comienzan a pegarse y a reírse como dos críos. Suena el timbre que indica el final del recreo y nos encaminamos a clase. Sergio corre y se pone a andar a mi lado.
- Eva, ¿hoy has venido andando? - me pregunta mirando al suelo. Le miro y asiento con la cabeza.
- Si, ¿por qué? - le pregunto curiosa.
- No, por nada... Es que se me había ocurrido que como hace frío quizás podría llevarte en la moto, mas rápido, así además te doy una vuelta para que veas lo bien que la conduzco ya - me dice dejando entrever una pequeña y tímida sonrisa.
- Oh, ¡me parece perfecto! - le digo sonriendo mientras me siento en mi pupitre. Sergio me sonríe y se aleja a su sitio.
- Ten - Sergio me extiende un casco rojo que me pongo de inmediato mientras él se pone el suyo, uno de color negro. Monta en la moto y me mira esperando a que suba. Lo hago y me aferro fuerte a su cuerpo. Arranca y corre por las calles mojadas de Madrid.
- ¿Te parece que demos una vuelta antes de volver a casa? - me pregunta gritando para que le escuche.
- Vale.
Acelera y gira hacia la derecha, por una calle que no conozco. Ya no llueve, aunque el cielo sigue negro. Sergio sigue conduciendo rápido por las calles, no sé ni donde estamos, pero tampoco me importa. De repente frena y para la moto. Espera que me baje y a continuación él hace lo mismo y se quita el casco.
- Sígueme, vamos - me dice con su típica sonrisa tímida. Lo hago y camino a su lado, en silencio, mientras me lleva a un pequeño parque. Todo está verde, parece que aquí fuese primavera. A la izquierda hay una pequeña cúpula donde vamos a sentarnos, ya que es el único lugar seco del parque.
- Vaya, es un sitio precioso, ¿eh? - le digo mirando todo cuanto tengo alrededor. Él sonríe y asiente.
- Mi abuela me traía cuando era pequeño y ahora intento venir al menos una vez a la semana. Me encanta este lugar - me cuenta con la mirada perdida, a saber en qué viejos recuerdos de su infancia. Le miro y sonrío. Llevamos desde que yo tenía 8 años siendo amigos, y sigue tan tímido como siempre, evitando mi mirada. De repente vuelve a llover, nos miramos, nos reímos y corremos a la moto. Me lleva lo más rápido que puede a casa. Aparca la moto justo enfrente del portal, aunque baja y me acompaña a la puerta.
- Oye Eva... - me susurra mirando al suelo.
- ¿Si? - me doy la vuelta y le miro.
- Tú y yo siempre estaremos juntos, ¿verdad? Pase lo que pase... ¿No? - me pregunta sin dejar de mirar al suelo.
- Mmm ¡claro! ¿Por qué lo dices? ¿Pasa algo Sergio? - le digo preocupada.
- Oh no, nada importante solo que... - parece nervioso, me mira a los ojos e intenta sonreír. - ¿Podemos pasar al portal? Me estoy empapando. - me dice señalando su chaqueta. Sonrío y abro la puerta, entramos y nos sentamos en las escaleras. Le miro esperando saber qué es lo que pasa. Él juega con la cremallera de su chaqueta, algo nervioso. Entonces alza la mirada y me mira a los ojos. Sonríe, sonrío. Y rápidamente se acerca a mí y me roba un beso. Se separa apenas unos centímetros para ver mi reacción, me mira a los ojos, aún más nervioso que antes. Apenas me muevo, no sé qué hacer, cómo reaccionar ante esto, no me lo esperaba. Le miro a los ojos y veo que sonríe, intento hacer yo lo mismo pero creo que fracaso, aunque vuelve al ataque y me besa. Lo hace dulcemente, aunque inseguro, con miedo. Poco a poco me separo de sus labios.
- Tengo que subir - le digo en un susurro mientras me pongo de pie.
- Oh, sí, claro - me dice rascándose la nuca y mirando al suelo. - Eh… Hasta mañana - me dice serio. Le sonrío y echo a correr escaleras arriba, oigo la puerta del portal cerrarse y me detengo en mitad de las escaleras. Asombrada, sin entender aún muy bien qué es lo que ha pasado. Y sin entender menos todavía lo que yo he sentido. Sacudo la cabeza intentando despejarme y subo lentamente las escaleras. Recuerdo cada tarde con Sergio, todos esos momentos juntos, todos esos años que llevamos siendo amigos. ¿Desde cuándo lleva sintiendo por mi algo más que amistad? Confusa abro la puerta de casa.
- Ya estoy aquí - anuncio. Voy a mi cuarto y me encierro allí, para pensar lo sucedido. Enciendo el portátil y me conecto al tuenti. No hablo a nadie, no me apetece, simplemente intento buscar una respuesta a lo ocurrido, ni siquiera me he apartado cuando me ha besado por primera vez, es más, me gustó, en el fondo besa bien. Sonrío para mis adentros y vuelvo a sacudir la cabeza. ¿Qué es lo que me pasa? De repente alguien me habla. Es Sergio.
"Siento si lo de antes te ha molestado"
"Oh Sergio, no pasa nada, enserio. Me tengo que ir, adiós"

Me desconecto rápidamente. Tengo miedo. No sé qué decirle. No sé cómo reaccionar. Ni si quiera sé si volvería a dejarme besar por él. Me tumbo en la cama y suspiro. Al poco rato me quedo dormida. Ni siquiera ceno ese día, duermo hasta la mañana siguiente. 

domingo, 27 de octubre de 2013

Capítulo 2


Él es Alex, un chico del instituto de al lado. Tiene los ojos azules y el pelo corto y castaño, despeinado siempre. Tiene 17 años y estuvimos saliendo 5 largos meses... Hasta que me dejó, por ella, por Carmen. El recordarlo me hace estremecerme. Él fue el primero, mi primer amor, ese que dicen que nunca se olvida, ese que me hizo sentir tantas cosas, tantas emociones, tantos bonitos momentos... Me prometió tantas cosas que nunca llegó a cumplir... Sacudo la cabeza ligeramente y voy a por el pan, intentando no pensar en el maldito pasado. Cojo lo que me ha encargado mi madre y pago en la caja. Salgo y una ligera llovizna empapa la ciudad. Me pongo la capucha de la sudadera y monto rápidamente en la bici. Pedaleo lo más rápido que puedo en dirección a casa. A lo lejos veo una silueta en el portal, y sin ninguna duda lo reconozco. Es Víctor, o Vito, como lo llamo yo, ya que de pequeña no sabía decir su nombre, mi hermano mayor. Tiene 18 años. Es un chico alegre, extrovertido y muy sociable. Un chico guapísimo, debería añadir, y creo que tiene locas a todas las chicas de nuestro barrio, sinceramente, si yo no fuese su hermana, estaría pillada por él.
- ¡¡Vito espera!! - le grito acelerando mis pedaladas. Mi hermano se gira y sonríe al verme llegar. Siempre nos hemos llevado bien, hablamos de todo, es al único al que le cuento mis cosas en esta casa, me desahogo contándole cada uno de mis problemas, y de vez en cuando él también me cuenta algo de su ajetreada vida. Trabaja de pinche de cocina y su sueño es llegar a ser un gran cocinero. Llego a su lado y bajo de la bici, la meto rápidamente en el portal mientras él me sujeta la puerta. Abro el trastero y la meto allí, descuidadamente. Acto seguido corro a abrazar a mi hermano. Vito se tira días fuera de casa, normalmente duerme en casa de su novia o de su mejor amigo, que hablando del tema, está buenísimo. Así que apenas le veo, lo que hace que me pase el día amargada en mi habitación, sin ganas de deambular por la casa solamente con la compañía de mis padres, que debo añadir, que aparte de estrictos, son bastante aburridos. Vito me estrecha contra su pecho fuertemente.
- ¿Qué tal todo Eva? - me pregunta mientras me separa de sí y llama al ascensor.
- Pues en casa aburridos todos, como siempre, en el instituto tirando como puedo, así que sin ninguna novedad - le respondo con una sonrisa cansada. Ni por asomo le comento nada de Álex, no tengo ganas de hablar de ese tema ahora. - ¿Y tú que me cuentas eh Vito? ¡Qué hace 4 días que no sabía nada de ti! - le echo en cara riéndome. Me sonríe y me revuelve el pelo entrando en el ascensor.
 Pues yo normal, ya sabes, del trabajo a casa de Belén y de casa de Belén al trabajo, como siempre - me dice con una amplia sonrisa que le devuelvo inmediatamente. Entramos a casa y saludamos a mi madre.
- ¡Mamá mira quien ha venido! - la digo al abrir la puerta. Mi madre se asoma desde la cocina.
- ¡Víctor! - exclama alegre al ver a mi hermano. Sale al recibidor con su delantal y una manopla del horno, aun así abraza a mi hermano y él la devuelve el abrazo sin importarle que se pueda manchar. Cuando le suelta doy un beso en la mejilla a mi madre y corro al comedor a ver la tele, mientras mi hermano la ayuda en la cocina y aprovecha para estar con ella un rato.

¡Piii! ¡Piii! Suena mi móvil por la tarde. Es un mensaje de Cris. "En media hora en el McDonald". Cris es una de mis mejores amigas. Va a mi clase aunque en los estudios va un poco peor que yo. Es una chica guapísima. Con una larga y lisa melena de color castaño claro y los ojos verdosos. Es algo pija, caprichosa y presumida, aunque también muy divertida. Siempre he sabido que puedo contar con ella para todo. La contesto al mensaje con un simple y rápido "Ok". Me levanto de la cama de un salto y abro el armario. Cojo una camiseta azul oscura con unas letras en blanco que dicen "Loveis in the air", ojalá fuese así, pienso, y suspiro. Sacudo la cabeza y sigo a lo mío. Me sumerjo en el armario en busca de unos pantalones. Al final cojo unos vaqueros ajustados y unas manoletinas azules marinas con el borde en blanco.
- ¡Papá! ¡Voy a salir, he quedado con Cris! - le grito desde la puerta abierta de mi cuarto.
- Eva, ven aquí y no chilles - me dice mi padre algo mosqueado. Salgo a regañadientes de mi habitación y voy hacia la sala de estar, donde está él, leyendo un libro gordísimo sentado en el sillón. - Por mi puedes ir, pero pregúntale a tu madre - me dice sonriendo. Mi madre es más estricta con eso y no le gusta que salga a la calle. Es demasiado sobreprotectora. Agacho la cabeza en señal de miedo y decepción y voy hacia la cocina. Tras un largo esfuerzo consigo convencer a mi madre y salgo de casa corriendo con una chaqueta de cuero negra en la mano. Llamo al ascensor nerviosa y mientras me pongo la chaqueta. Una vez en el portal cojo la bici y corro hacia donde hemos quedado. Dejo la bici fuera y entro. Allí se está mucho más calentito. Busco con la mirada a Cris entre la gente. Y allí, en el fondo, las veo. Cris y Judith. Mis dos mejores amigas. Mis confidentes. Mis consejeras. Son como las hermanas que nunca he llegado a tener. Camino hacia ellas y en cuanto me ven, Judith corre a mi encuentro dándome un fuerte abrazo, como hace siempre. Judith también es de mi clase. Saca buenísimas notas, por lo que la mayoría de las veces le toca dejarnos a Cris y a mí los deberes. Es una chica bajita, algo rellenita pero aun así bastante guapa, en mi opinión. Es pelirroja y tiene los mofletes llenos de pequitas que, a mí personalmente, ¡me encantan! Tiene unos bonitos y pequeños ojos color miel. Es una chica divertida, positiva y amante de la vida y, ¡de las hamburguesas! Sus padres están divorciados y siempre la dan lo que pide, aunque Judith solo es caprichosa cuando va al McDonald.
-¡Corre, corre, siéntate! Que Cris quiere contarnos algo - me mete prisa entusiasmada. Me empuja hacia una silla para que me siente.
- Eh! Que yo también quiero comer algo - exclamo sonriente al ver que Judith tiene 3 hamburguesas en la mesa y Cris unas alitas de pollo. Así que me encamino a la cola mientras Judith me mira enfurruñada e impaciente por saber la historia de Cris. No sé por qué se pone así, normalmente cuando Cris quiere contarnos algo tiene que ver con algo de ropa nueva que se ha comprado y que quiere restregarnos. Me compro unas patatas fritas y voy hacia la mesa. Me siento al lado de Judith, ambas en frente de Cris, mientras la escrutamos con la mirada, esperando a que comience su historia. Ella sonríe risueña y haciéndose la interesante.
- Eh! pero, ¿a qué esperas? - le exclama Judith impaciente. Cris suelta una carcajada y muerde una alita.
- Haber... - comienza a hablar mientras traga el bocado que acaba de dar. - ¡¡He conocido a un chico!! - exclama con una amplia sonrisa. Abro los ojos interesada.
- ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo se llama? ¿Cómo es? - le llena Judith de preguntas.
- Aaaaaa ver, vamos por partes, eh? - sonríe Cris risueña. - Esta mañana mi hermano tenía que jugar un partido de futbol, así que le llevé. Como siempre yo pasé de estar viéndole, es muy aburrido. - empieza a contar sin parar de comer. - Entonces entraron otro grupo de chicos, algo mayores que nosotras. Salían de las duchas y venían a ver a los pequeños. A uno de ellos se le cayó una pequeña toalla al suelo y yo, velozmente, la cogí y se la devolví. Entonces vi sus preciosos ojos azules y su preciosa sonrisa. " Gracias, cómo te llamas?" Me dijo. Y así empezamos a hablar y, ¡hemos quedado mañana! - nos cuenta jugando con un mechón de pelo, mirando a quien sabe dónde, sonriendo como una estúpida.
- ¿Qué edad tiene? - le pregunto interesada por la historia.
- Se llama Gonzalo y tiene 18 años.
- ¿¡Cuantoooos!? 18!? - exclama Judith alucinando. - ¿Y sabe que tienes 4 años menos que él? - le pregunta con mirada inquisitiva.
- Bueno... No del todo - contesta tímidamente Cris. - Cree que tengo 15 y que en pocos meses cumplo 16, pero, ¡eso no tiene importancia! - exclama mordiendo otra de sus alitas. Sacudo la cabeza de un lado a otro. Esta chica no tiene remedio. Con tal de conseguir a un chico hace lo que sea. Pero al menos parece ilusionada y feliz, así que me alegro por ella y la sonrío.
Y así pasamos nosotras las tardes, normalmente en el McDonald o en casa de Judith, que he de decir, que es enorme, tiene un gran jardín con un laguito y por detrás hasta una piscina climatizada.
Vuelvo a casa a la hora de cenar y mi madre, como siempre, preocupada, me acribilla a preguntas de qué he hecho y de por qué llego a estas horas. Al final se tranquiliza y me pone un plato de sopa con huevo cocido en la mesa. Apenas como, no tengo hambre, desde que pasó lo de Alex... Tengo el estómago cerrado y como poquísimo. Mi madre que ya está paranoica normalmente, se preocupa el doble, pero simplemente la digo que he comido mucho esta tarde, me cree y me levanto de la mesa. Me acuesto y acabo dormida, después de haber llorado un rato largo, como cada noche.